18 de septiembre de 2015

Cristianismo (1150-1270)

Retrato de Alejandro III
Resumen de lo publicado. En el siglo VII, el cristianismo tenía cinco ciudades clave para sostener su poder (patriarcados), pero el islamismo arrasó tres. El clero secular (religiosos que vivían en las ciudades) llegó a gobernar pequeñas ciudades en la Edad Media, llamadas Estados Pontificios. Las últimas décadas del siglo IX y las primeras del X fueron difíciles, ya que los papas eran dominados por la clase alta. En el papado de León X (1048-1054) comenzó a intensificarse la separación entre Roma y Constantinopla, lo que en 1054 provocó el Gran Cisma, que dividió para siempre al cristianismo occidental (catolicismo) del oriental (ortodoxia). Luego, mediante la Reforma Gregoriana, se intentó atacar la simonía, o sea la venta de cargos en la Iglesia. Y sí: en ese momento, si ponías unas monedas, te consagraban obispo. A fines del siglo XI, ante el aumento de la actividad económica en diferentes partes de Europa y Asia, la Iglesia comenzó a invadir distintas tierras. Ese era el objetivo de las Cruzadas que comenzaron en 1095: ganar riquezas y territorios. La religion casi no tenía nada que ver, fue ambición y crueldad pura.

¿Cómo sigue la historia? "En una Europa que guardaba fervorosamente el recuerdo del imperio romano, el papado representaba un vínculo espiritual que satisfacía la concepción universalista predominante sin imponer una relación de dependencia política", sugiere José Luis Romero en su libro La Edad Media.

Los sucesos de cada una de las ocho Cruzadas (1095-1270) cristianas pueden leerlas en este vínculo. En líneas generales, significaron muchas derrotas para el ejército cristiano, pero todas esas muertes no importaban: lo que importaba era liberar zonas de comercio que eran controladas por los musulmanes. La religión importaba tan poco que líderes cristianos y musulmanes llegaron a pactar la paz a cambio de dividirse el control comercial de distintas regiones.

Por fuera de los sucesos de las Cruzadas, el papa Eugenio III (1145-1153) tuvo que abandonar Roma momentáneamente por su enfrentamiento con el Senado de esa ciudad. Alejandro III (1159-1181) se enfrentó al Sacro Imperio Romano Germánico, que intentó imponer su propio papa. Inocencio III (1198-1216) convocó el IV Concilio de Letrán, en el que se fundó la asesina, demencial y sanguinaria Inquisición.

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