18 de noviembre de 2014

Fausta (293-326)

Para que nos ubiquemos, estamos en el siglo IV, en el que no sólo las mujeres eran maltratadas por los hombres (incluso más que ahora), sino que, cuando una mujer sobresalía, escapaba de ese maltrato, la Historia siempre intentó hacerla quedar mal para que las demás mujeres no siguieran su ejemplo.

Fausta (cuyo nombre completo era Flavia Máxima Fausta) nació en Roma, pero no era una más: era la hija de Maximiano, uno de los cuatro emperadores que había en ese momento. Como si eso fuera poco, a los 14 años decidieron casarla (porque ella no elegía nada) con Constantino I, otro emperador. ¿Algo más? Sí: en el año 310, su papá planeaba asesinar a su marido para quedarse con esa parte del imperio. Según dicen, Fausta se enteró y se lo avisó a su marido. La cuestión es que Maximiano terminó fracasando y asesinado.

Yo no sé si ella era buena o mala, pero el contexto no la ayudaba: poco después, su marido y su hermano (Majencio, heredero de Maximiano) también lucharon. Y, tras el triunfo, Constantino humilló y torturó a Majencio enfrente de Fausta.

Cuando tenía 33 años, y era madre de cinco hijos, Fausta habría acusado a Crispo (hijo de Constantino pero no de ella) de intentar violarla. Constantino ordenó la ejecución de su hijo, pero tiempo después habría descubierto que era inocente, por lo que ordenó otra muerte: que asesinaran a Fausta ahogándola en un baño de agua hirviendo.

Yo no quiero defender a Fausta, porque por ahí era una porquería de persona, pero lo que sí hago cuando leo historia antigua, es tener cuidado con creer lo que se escribe sobre las mujeres, porque, como les contaba, suele mentirse mucho para hacerlas quedar mal.

Así que esta es la historia que se cuenta sobre Fausta, pero no estoy seguro de que sea verdad.  

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