25 de mayo de 2012

Los guerreros de terracota (210 a.C.)

Qin Shi Huang fue proclamado emperador chino, el primero de la dinastía Qin, en el año 221 a.C. El tipo, que la pasaba muy bien en vida, le tenía pánico a la muerte. No tanto por morirse en sí: le daba miedo seguir viviendo después sin tantos lujos, sin tanto poder, tal vez en el infierno. Acá, entre nosotros, tenía miedo de que en el más allá le hicieran pagar los múltiples pecados cometidos en el más acá.

La pasaba mal en serio. Qin Shi Huang gastaba tanto tiempo pensando en cómo sostener su imperio como en lo que pasaría después de su muerte. Finalmente, tras muchos años, encontró una solución: para irse a la tumba bien protegido, ordenó hacer réplicas en terracota (arcilla endurecida en un horno) de sus siete mil guerreros para que las enterraran junto a él. No eran réplicas cualquiera: eran en tamaño natural, con los rasgos y las características de cada soldado. De cada uno de los siete mil soldados.

Cuando los arqueólogos encontraron a esos guerreros de terracota en 1974 no podían creer que cada uno de los siete mil fuera completamente distinto a todos los demás, con bigotes, peinados, rasgos de diferentes etnias y hasta marcadas diferencias de edad.

Qin Shi Huang murió en 210 a.C., seguramente más tranquilo después de asegurarse de que sus amigos, los siete mil guerreros de terracota, lo defenderían de todo lo que vendría después.